COVID-19 y Derechos Humanos

Agosto, 2020

 

Antonio Ortega Quevedo[1]

 

El pasmo que nos ha causado la llegada del Covid-19 a nuestras vidas nos hace preguntarnos:

¿Qué deberíamos limitar? ¿Cuál será esta llamada nueva realidad? ¿Se verán nuestras libertades coartadas?

Preguntas válidas que en estos tiempos de pandemia nos hacemos constantemente y quiero invitarte a revisar aspectos legales y de nuestra vida diaria. Hablar de derechos humanos y como los garantiza el Estado mexicano nos lleva a nuestro artículo primero donde el legislador nos indica que todo individuo gozará de las garantías que otorga nuestra carta magna. Pero del análisis que podemos hacer de nuestro ordenamiento jurídico más importante nos encontraremos derechos que si bien los garantiza el Estado, al acercarnos a nuestra nueva realidad post pandemia podrían verse vulnerados. ¿Qué pasará con las escuelas y trabajos? ¿Veremos trastocado nuestro artículo 9° constitucional y no podernos reunir pacíficamente como lo garantiza nuestro ordenamiento? ¿Acaso se verá coartada nuestra libertad de tránsito consagrada en el artículo 11° de nuestra Constitución? Gobiernos como el del Estado de Michoacán han tomado medidas drásticas para proteger la salud de la población.


En el norte del país de igual manera se han estado implementando toques de queda obligatorios como en el caso de varios municipios del Estado de Coahuila. La realidad que obliga a la gente del país a salir a la calle con barbijo. En otras comunidades vemos la realidad de las multas a los peatones que se encuentran en la calle sin razón de peso y reprimendas verbales (o en su caso multa) a los conductores que llevan más de dos personas en sus autos. Nuestras manos sensibilizadas en extremo, cuarteadas de tanto lavarse las manos y de tanto alcohol en gel.


¿Dónde quedaron pues nuestras libertades? ¿Cuándo podré reunirme con mis amigos y abrazar a mi novia? Desde el encierro (que ya no sé si es obligatorio) espero el día que pueda ver a mis alumnos de frente, intercambiar saludos y anécdotas con mis compañeros docentes.

Amo las dos profesiones que elegí; soy un convencido abogado postulante de las materias civil y constitucional y soy (y he sido) el orgulloso profesor de muchísimos alumnos; es difícil no sentirse triste o intranquilo en estos días. Pensar en las consecuencias que nos va a traer como sociedad, con nuestras garantías trastocadas y entender que es por una cuestión de salud pública legitima al gobierno (en sus tres órdenes) para disponer de nuestras rutinas, en fin, de nuestra vida diaria.

Y entonces desde mi confinamiento (físico no mental) hago exégesis del artículo 29° constitucional y la temida suspensión de garantías por parte del Estado. Su texto puede ser aplicado en el sentido de que realmente la sociedad está en grave peligro: (veamos el caso italiano y el caso español). Hoy siento rebasadas mis libertades al encontrarme acuartelado en mi casa, sin poder estar con mis amigos, platicando online con mi familia, pero con la ausencia de una declaratoria gubernamental formal (Hasta la suspensión de garantías individuales tiene sus reglas). Siempre hago el distingo con mis educandos de dos conceptos, derechos humanos y garantías individuales.

Los derechos humanos son inherentes a todas las personas, es una ficción que hemos creado los seres humanos para garantizar nuestro bienestar, nuestra supervivencia. Las garantías individuales de nuestra Constitución constituyen el reconocimiento que hace el Estado mexicano de esos derechos humanos, es la máxima comunicación que hace nuestro gobierno dejándonos en claro que respeta, reconoce y vela por esos derechos.


Hoy sentado desde mi ventana entiendo que nuestro margen de maniobra se ha reducido; que muchos nos autoimpusimos una cuarentena que puede llegar a ser cruel, desquiciante y empobrecedora. Pero lo que me queda claro es que luchamos por nuestro máximo derecho humano; la vida. Y peleamos también por otro derecho que es la salud de las personas, nuestra supervivencia como especie.

Y es entonces cuando todo esto cobra sentido; canjear la libertad de tránsito por tu vida, cambiar tu derecho a juntarte con la gente que amas por la conservación de tu salud. Porque las libertades para los muertos no existen como también en estos tiempos no deberían de tenerlas los imprudentes.

Es increíble que un organismo que pasa entre vivo o muerto como es un virus tenga a hoy determinar tanto nuestra existencia, que su insignificancia microscópica pueda arrebatarnos en un instante nuestros besos, nuestros abrazos, nuestros saludos, nuestros gestos (es horrible que nadie sepa que tienes una sonrisa en los labios por el simple hecho de usar un cubre bocas).

Nuestro derecho a la salud casi pisoteado; ¿cuántos de éstos hoy muy cotizados aparatos llamados ventiladores tenemos para nuestros enfermos? ¿Con qué dejo de humanidad un médico tendrá que decidir quién lo usa o no en virtud de la saturación de centros de salud? ¿Y ese médico que va a decidir quién vive o no se encuentra en un riesgo de contagio por la falta de equipo? Y entendí que aparte de todos los derechos que tenemos como humanos debemos añadir otro: derecho al miedo.

El miedo es uno de los sentimientos de nuestra especie más reconocible. Es parte de nuestra psique, un modo de defensa que tiene nuestro organismo que nos prepara ante la amenaza. Y ante eso no existe derecho humano que valga. Todos tenemos miedo. Ninguna legislación, de ningún país bajo ninguna circunstancia te preparará para eso. Y sí, tenemos miedo.

     “… toda persona tiene derecho a la protección de la salud…” reza nuestra Constitución Política en su artículo 4° y hoy tenemos un pavor de siquiera pararnos afuera de un hospital, y es como vemos que el miedo que se ha apoderado de nuestras vidas, de nuestras rutinas puede incluso ganarle a la atención de la salud; ¿cuántas personas con diversos malestares omitirán acudir a los servicios sanitarios por el miedo a la transmisión de Covid-19?

El Derecho es una materia que practico y que enseño, es una creación humana, sin ser una conducta endémica del hombre es uno de nuestros inventos más fabulosos. Su perfeccionamiento en la Roma antigua marcó un hito que posteriormente creció de la mano de la humanidad para darnos nuestro sistema jurídico actual. Y el derecho comúnmente puede relacionarse a sentimientos humanos, porque sin éstos, el Derecho no existiría.

La educación también es un derecho humano consignado en nuestro artículo 3° Constitucional. Forma parte de mi vida y de mi profesión. La educación forma a la gente para que pueda tener una vida adecuada en la medida de sus posibilidades. Por educación el ser humano creó el Derecho. Me encanta enseñar y ser educador. Me gustan las aulas rebosantes de jóvenes seres humanos que seguramente no olvidarán este episodio de nuestra historia.

Por último y como un sollozo y reclamo de vida me queda decir: extraño la vida que teníamos antes.

REFERENCIAS

  • Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. 2020. México. Ed. Porrúa.





 [1] Licenciado en Derecho. Docente de la materia de Derecho de la Universidad Latinoamericana, Campus Florida.

 




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